Inquieto, sin dejar de mirar el libro que tenía entre mis manos, me levanté del sillón y comencé a caminar por la casa a buen ritmo, aunque sin saber muy bien hacia dónde ir. De la sala a la cocina, ida y vuelta, de pronto veo a mi compañera, Alejandra, trabajando en sus asuntos, los papeles desplegados sobre la mesa del comedor.